31 octubre 2010

Regalo de Hallowe'en para mis hommies!

31 octubre 2010 0
El siguiente, es un cuento de teen horror que escribí específicamente para regalarle a mis compañeros de casa actuales en estas fechas..Tampoco es que sea una gran idea, en realidad, es más como una re-invención de una idea pasada, licuada con la saga Scream, alguna telenovela venezolana, la saga de Hallowe'en (obviously) y el caso del "Asesino de Cumbres", so... no esperen algo digno del Nobel xD, también debo aclarar que altere ligeramente la realidad pero que todo esta adaptado en favor de la historia. :D Solo espero que les guste.... Enjoy it!

"La Noche Estrellada"
(Vincent Van Gogh)

La Masacre de Villa Quietud

Desperté.

La luz me lastima las retinas.

-¿Dónde estoy?- la cabeza me punza. Estoy confundido. Después de unos segundos la realidad cae sobre mí como balde de agua fría.

Me agito.

Quiero gritar, llorar, patalear.

Lo hago.

Me sedaron. Duermo otra vez.

Duermo sin dormir. Es como si mi cuerpo se apagará pero mi cerebro olvidara hacerlo… y recuerdo todo otra vez.

Estaba feliz. Había llegado a un punto en mi vida en que lo tenía prácticamente todo. Estudiaba y me sentía útil. Era medianamente independiente y lograba hacerlo bastante bien. Tenía amigos…

Vivía junto a la universidad. En una casa para estudiantes. 3 personas en cada cuarto, una cocina una sala, y un comedor. Era algo apretado pero no estaba mal.

La casa estaba llea de gente interesante, más de 30 estudiantes de todas las disciplinas. El intercambio constante de ideas y de formas de pensar era lo que más me emocionaba. Había llegado ahí por accidente pero me sentía cómodo a pesar de los inconvenientes.

Los fines de semana eran relajados. El 80% de mis homemates gustaban de pasar esos días con sus padres, hecho que era imposible para el resto, el otro 20%, los que vivíamos en los rincones más alejados de la provincia, así que nos quedábamos pocos.

Ese día éramos solo 13.

Ese día era Hallowe’en.

Creo que fue solo casualidad, aunque en retrospectiva suene a cliché. No creo que hubiera estado planeado con anticipación pero no deja de resultar curioso que las circunstancias que desencadenaron el evento se dieran ese día en específico.

Se suponía que veríamos una película. Aún no decidían cual. Me desesperé y subí al cuarto de Laura, mi mejor amiga en la casa. Estudiaba medicina. Estaba terminando de peinarse, se iría de fiesta esa noche. Lucía particularmente bonita, como si el espectro de la muerte le sentara bien. Hablamos de las tonterías de siempre, ella estaba emocionada, sus planes prometían mucho. Amara, su compañera de cuarto, y yo nos burlábamos. Me encantaba su risa escandalosa. A veces la extraño.

Volví a bajar. En la sala, la dueña de la casa, la señora Gloria, discutía con su asistente, Christian, una suerte de Igor ligeramente metiche y completamente insoportable. La señora lo había conseguido a un costo muy barato dentro de su grupo religioso. No era algo nuevo que pelaran, no les di importancia, los ignore.

En la cocina me encontré con los niños que vivían con nosotros, Vania y Enrique, nietos de la señora, una mezcla entre ternura y desquicio. Estaban disfrazados de vampiritos, acababan de regresar de la calle con dulces. No les importaba nada más. Saludé a Rosselia, su madre, que esparcía su atención entre mantener a los niños quietos y preparar algo para cenar.

Regrese al cuarto de David, mi mejor amigo en la casa. Estudiaba estomatología. Él y Brian seguían sin decidirse, Tania y Michelle, otras niñas de la casa, habían llegado, y entre los cuatro parecían dispuestos a postergar la proyección durante más tiempo.

Una alarma anunció la hora. Eran las nueve en punto.

La decisión se tomó. La elegida fue una película japonesa con reseñas interesantes. Ya la había visto. Subí a mi cuarto a avisarle a Fernando, mi roommate, estudiaba psicología. No se mostró muy interesado. Y por último le avisamos a Ramiro, el único que faltaba.

La discusión entre la dueña y su asistente, Christian, comenzaba a acalorarse, era inevitable no escuchar los gritos.

La función comenzó y sugerí subir el volumen para acallar los gritos de la contienda. Error. De haber puesto atención probablemente el resto habría tenido oportunidad de escapar.

Fueron, de hecho, los gritos de Laura, los que nos alertaron, pero ya era tarde, las cosas ya estaban fuera de control para entonces.

Nos acercamos a la cocina y entramos.

Y a partir de este instante todo se volvió absurdo.

Un inmenso charco de sangre que emanaba del cuerpo inerte de los niños cubría la gastada loseta mientras que, el de Rosselia, con el rostro cubierto de llagas, cicatrices del aceite caliente que tenía encima, se retorcía débilmente sobre la estufa.

Nos paralizamos.

Algunos gritaron.

Doña gloria estaba tirada en la sala. Viva pero aterrada. No hacía nada. Laura y Amara la acompañaban en su martirio.

Y entonces Christian, su asistente, apareció ante nosotros. Estaba desesperado. Respiraba con rapidez. Tenía una expresión ausente pero que producía miedo.

Bienvenidos- dijo, su voz sonaba distinta a la acostumbrada. Parecía estar decidiendo si nuestra intromisión era ventajosa o le había arruinado todo – ¡Ahora deme el dinero que le estoy pidiendo o tendré que asesinar a cada uno de ellos! – gritó volviéndose hacia Doña Gloria. Ésta no se inmutó, solo lloriqueaba. Tomó a Brian por la camisa, lo jaló del cabello y sin pensarlo deslizó la navaja sobre su yugular. Borbotones de espesa sangre brotaron del cuello de Brian, que, ya sin vida, solo acertó a resbalar y obstruir el camino.

Más gritos.

Yo estaba totalmente petrificado. No me moví. Pero Ramiro intentó salir y entonces Christian saco de detrás un revólver común y le disparó por la espalda. El resto nos tiramos al piso con la detonación.

No habían pasado 5 segundos desde nuestro arribo a la cocina y ya había dos muertos más.

¿Se han topado ustedes con un otrora conocido, convertido ahora en su verdugo en la noche menos esperada, mientras pasaban el rato con sus amigos?... Entonces no juzguen lo que hicimos o no.

Tirado en el suelo, asustado hasta la médula, mientras la sangre de los niños manchaba mis brazos, deseé con todo mí ser que aquello no estuviera ocurriendo.

Mis deseos nunca se han cumplido.

Desperté otra vez.

Oscuridad.

Es de noche.

La habitación es distinta. Ésta no tiene ventanas. Mis ojos tardan en adaptarse. ¿Dónde estoy? ¿Es acaso un hospital? Vuelo a caer en la cuenta de todo. El miedo vuelve a invadirme. Es imposible olvidar, apenas cierro los ojos regresan a mí las imágenes. Todos muertos.

Me levanto de la cama en la que me encuentro.

No estoy seguro de cuánto tiempo ha pasado desde ese día. Solo sé que la historia se ha repetido cientos de veces en mi mente. Aún ahora, sigo sin entender el motivo exacto de tanta violencia.

La prensa habló de nosotros, fuimos famosos a nivel internacional incluso, “El Asesino de la UAM” fue el primer mote que utilizaron para referirse al caso, pero la universidad solicitó que su nombre fuera retirado para evitar relación alguna, a pesar de que todos estudiábamos ahí. “La Masacre de Villa Quietud” era uno de mis favoritos si se me permite decirlo, pero “La Masacre de Halowe’en” fue uno de los más populares. El país entero estaba consternado. Tuvimos primera plana en todos los periódicos. Las televisoras dedicaron programas especiales solo para investigar y debatir el caso con sus especialistas más celebrados. Creo que muchos se volvieron ricos a nuestra costa.

El proceso judicial fue horrendo. Las tres semana que estuve inconsciente en el hospital recuperándome de la herida de bala fueron las mejores que he tenido desde ese día. Las más tranquilas la menos. El resto ha sido una pesadilla. Ser el único sobreviviente en una matanza colectiva y no tener remota idea de lo que pasó no es tan bueno como crees. Si alguna vez les pasa algo parecido, sugiero que busquen la manera de ser una de las víctimas fatales.

Los noticieros se vanagloriaron anunciando al mundo detalle a detalle de la investigación. Concluyeron que los asesinatos fueron producto de un chantaje mal ejercido. Otros manejaron la idea de un ajuste de cuentas. La gente en general se compadecía y opinaba que solo habíamos estado en el lugar y momento equivocados. Lo cierto es que ninguno se imagina lo que es estar en una situación así.

Alguien viene, escucho sus pasos. Me pongo nervioso.

Sea quien sea parece tener prisa.

Los pasos se detienen frente a mi puerta. El pomo gira. Alguien va a entrar.

¿Es una enfermera?

-¡Eduardo!, ¿qué haces despierto? Volvamos a la cama, vamos. – me dice con paciencia y miedo a la vez.

Su voz me parece familiar pero no logró recordarla. Me quedo callado.

-¡Vamos, tranquilo!- me toma del brazo con cuidado. Me da la impresión de que tiene miedo.

Me acuesto.

Sigo sin saber dónde estoy pero ya no me interesa. Una ventaja de haber perdido el sentido de tu existencia. Me inyecta algo mientras repite que me tranquilice a pesar de que estoy tranquilo.

Vuelvo a dormir sin dormir.

Gritos.

Tania estaba fuera de sí.

Christian parecía confundido.

- ¡Cállate niña tonta! –

Tania solo lloraba e intentaba callarse mientras el resto de nosotros tratábamos de no hacer el menor movimiento.

- ¡Silencioooo! – gritó Christian. Había perdido el control.

Dejamos de respirar.

Inmediatamente después tomó a Tania y a Michelle por el cabello y comenzó a arrástralas hacia la sala. Las chicas se retorcían en el suelo tratando de librarse. Gritaban. Yo me levanté, pero no tenía idea de que hacer. Por un lado estaban ellas y por el otro, la puerta. Bastaba con echarme a correr, subir las escaleras, llegar a la azotea y saltar de techo en techo para librarme de todo aquello. Dudé. Volteé a ver a David, estaba pensando lo mismo que yo, su cara era casi un poema a la incertidumbre.

- ¡Ustedes dos! ¡Aquí! - Nos ordenó el desquiciado apuntándonos directamente.

Ya no teníamos opción.

Trastabillé entre los cuerpos de Vania y Enrique y casi caigo tras pisar el de Brian. Llegando a la sala pude observar mejor.

La puerta principal estaba bloqueada con una alacena. Parte de la decoración estaba rota y tirada en el suelo. La mesa de centro estaba botada cerca del comedor. Obviamente alguien había tenido una pelea aquí. Doña Gloria tenía la ropa rasgada y el cabello desarreglado. El labio roto. Tirada en el suelo como estaba, podría a atreverme a decir que hasta daba lástima. Laura y Amara estaban hechas un ovillo cada una, en un sillón justo detrás de la señora. Perdidas. Tenían igual o menos idea de lo que pasaba que yo. Tania y Michelle se había sentado en el sillón lateral. David se quedó con ellas. Yo me acomodé junto a Laura.

- No haga esto más complicado por favor – suplicó Christian, aunque sin perder el tono de autoridad – ¡Solo deme el dinero y ya! –

Doña Gloria siguió sin inmutarse.

Un golpe rápido y fuerte en la cara.

Llanto.

Christian gritó de desesperación.

- ¡Es tan fácil! ¡Usted lo tiene, saca el dinero suficiente de este lugar! ¡Y sabe que si no lo entrego vendrán por mí! – Respiraba con mayor dificultad - ¡Prometió ayudarme! ¡Hágalo! – estaba al borde del llanto.

- Pero… no lo tengo, qué más quisiera yo poder ayudarte, pero ahora no lo tengo – reaccionó por fin la señora y le respondió entre sollozos - tu sabes que apenas hace dos días le lleve mi cooperación al pastor y aún no he… -

- ¡Mentiras! ¡Si tiene dinero para llevarle a esa cochina iglesia puede darme el que necesito! ¡Es mi vida la que está en juego! – su irá se estaba desbordando.

¿Qué hubieras hecho tú en esa situación además de quedarte pasmado? Ninguno de los seis pensó en hacer lo contrario. Doña Gloria seguía sollozando con la mirada fija en los cadáveres de sus nietos pero con la expresión perdida, como si se arrepintiese en ese momento de haber metido a ese pelafustán a su casa.

Christian comenzó a modular su respiración, estaba tratando de tranquilizarse.

- Se lo pondré más sencillo. O me da el dinero en este momento, o cada uno de sus inquilinos morirá aquí. En este instante. ¿Qué dice ahora? – amenazó

Todos nos tensamos.

Apuntó el revólver una vez más.

Disparó.

Gritos de miedo y frustración inundaron el silencio.

Michelle cayó muerta sobre Tania y David.

- Uno menos – Su expresión había cambiado, se había endurecido.

Laura temblaba. No estoy seguro que haya sido miedo lo que sentía en ese momento, creo que era algo más parecido al coraje. Le tome la mano. Me reconfortó.

Increíblemente Doña Gloria no se movió.

Otro disparo.

Amara se resbaló muerta junto a mí. La sostuve. No quise dejar que cayera al suelo. La acomode junto a mí. Aún ahora siento su cadáver frío a mi lado.

- ¡Basta! ¡Basta! ¡Por favor! – chilló Doña Gloria – Te lo daré. Prometo que te lo daré. Pero ahora no lo tengo. Tal vez mañana pueda ir con el pastor, hablar con él y… -

- ¡No! ¡Yo no tengo tiempo! ¿No lo entiende? ¡Vendrán por mí en un par de horas! –

Volvió a apuntar. Por el gesto en su rostro parecía que comenzaba a disfrutarlo.

Disparó en dirección a Laura.

Pero esta vez fue diferente. David se lanzó sobre él y la bala se desvió, impactándose contra la ventana. La intención fue buena, pero la ejecución no. Christian se quitó a David de encima como quién se quita una basura de la ropa. Lo tiró al suelo y sin perder tiempo colocó una de sus rodillas sobre el pecho y atrapo sus manos.

Colocó el cañón en la frente de David.

-¡Niño tarado! – Estaba furioso - ¿Qué intentabas hacer? ¡Me has hecho desperdiciar una bala! – lo golpeó. Guardó el arma dentro de la parte trasera de su pantalón y saco del bolsillo de su camisa el afilado cuchillo.

Tania se tapó la cara, y yo le cubrí los ojos a Laura. Doña Gloria simplemente volteo el rostro. Creo que fui el único que lo vio.

No haber intervenido en ese momento es de las cosas que más me atormentan. Habría sido inútil, tal vez Christian me habría disparado apenas me levantara, pero haberme quedado como un mueble mientras David era bestialmente apuñalado fue traicionarlo. Espero que al menos no haya sufrido tanto y muriera en la quinta o sexta cuchillada de las 23 que le encontraron en la autopsia.

- ¡Yo no quería llegar a esto! – Fue lo único que dijo cuándo se levantó dejando el cadáver más destrozado de todos los que la policía encontró.

Doña Gloria ya no tenía voz. ¿Qué más podía decir? ¿Qué más podía hacer? .

Ahora había miedo en la cara de Christian. Parecía que apenas notaba que las cosas se le habían salido de control.

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! – repetía Tania por lo bajo, mientras lloraba.

- ¡Cállate! – le gritó Christian. Comenzaba a ponerse nervioso.

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! – siguió repitiendo Tania si escucharlo.

Christian acababa de caer en cuenta de lo que había hecho y la súplica de Tania solo lo hacía sentir peor.

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! –

- ¡Te dije que te calles! –

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! – Tania ya no le estaba hablando a él. Solo lo repetía porque era lo único que le quedaba.

- ¡Cállate! - Dos segundos bastaron para que Christian recuperará el revólver y le disparara a quema ropa sobre la cabeza.

- ¡Yo no quería! ¡Usted tiene la culpa! ¡Dijo que me ayudaría! – daba vueltas de un lado a otro tratando de convencerse de su inocencia acusando a Doña Gloria.

Su irá volvió.

Golpeó a Doña Gloria como si de un costal de arena se tratará. Ella no hizo intento si quiera de defenderse y Laura y yo no nos movimos. Murió a golpes.

Mientras Christian descargaba su frustración en la señora, Fernando entró en la cocina. Me había olvidado por completo de él. Se paralizó al instante ante el festín de sangre que encontró. Después nos vio. Lo mire. Intente que con la mirada entendiera que debía irse. Pero también le rogué en silencio que nos ayudará.

Lentamente regresó al patio de atrás.

Se había ido. Laura y yo estábamos perdidos. Nuestra única esperanza nos había dado la espalda. Pero creo yo habría hecho lo mismo.

Volvió.

Traía un tubo en las manos. Eso era idiota. A estas alturas no sé si agradecérselo. En realidad no valió la pena.

Camino lentamente por entre los cuerpos sin vida y se acercó. Determinación sería la palabra apropiada para describir su expresión. Lanzó un golpe sobra la espalda Christian. Éste se retorció de dolor por unos segundos pero se recuperó y aprovechó el momento de duda por el que atravesaba Fernando y se lanzó sobre él. Forcejearon un momento pero Christian logró hacerse con el tubo y apaleó a Fernando.

¡Esta vez sí me moví!

Me levanté y corrí hacia él. Me abalancé y traté de retenerlo mientras Fernando se levantaba. Se libró de mí antes de que eso sucediera y me apaleó un rato sobre el suelo. Se le cayó el revólver debido a la intensidad de sus movimientos. No lo notó

Fernando se recuperó ligeramente y se levantó.

Para ese entonces Christian se había vuelto loco otra vez. Apenas lo vio levantarse se acercó a él y con todo el impulso que le fue posible le enterró el tubo en el pecho. El grito de muerte de Fernando fue desgarrador.

Aun así, en cuanto vi el revólver tirado en el suelo me acerque para tomarlo pero cuando lo llegué a él, la mano de Christian cubrió la mía e intentó quitármelo. Me levantó en el intento. Hice acopio de toda mi fuerza y forcejeé por un rato hasta que lo inevitable pasó y el arma se disparó.

La última bala me perforó un pulmón.

Caí de bruces al suelo desangrándome. Mi visión se tornó borrosa y mi cuerpo amenazaba con perder el sentido.

Las sirenas comenzaron a escucharse. Fernando había hablado a la policía y éstos acababan de llegar. El escándalo asustó a Christian y se apresuró a irse.

- ¡Tú niña vienes conmigo! – espetó. Laura no se movió.

Christian se acercó a ella, y la tomó por el brazo. Laura gritaba y trataba de zafarse pero le fue imposible. Cuando pasaron sobre mí, estiré mis brazos y logré asirme a la pierna izquierda de Christian, pero para éste no significó mayor contratiempo que patearme la cara y dejarme tirado. Esperando que muriera.

Con una mano retenía a Laura y con la otra movió el mueble que obstruía el paso.

Salieron.

Laura gritaba por ayuda.

Me arrastre hacia la puerta. Debía ayudarla, se lo debía. Me costaba mucho respirar y comenzaba a expulsar sangre por la boca.

Llegué a la puerta.

Christian estaba detenido en la entrada de la reja de la casa. Tenía atrapada a Laura por el cuello con la navaja del cuchillo rozándole la cara y tres patrullas con 6 policías frente a él, apuntándole. Algunos vecinos de Villa Quietud habían abandonado sus casas y trataban de observar sin acercarse tanto.

Ya no había salida.

Christian lo entendió. Lloró.

Clavó su cuchillo directamente sobre el corazón de Laura y derribó el cuerpo convulsionándose al suelo.

Una lluvia de balas cayó en ese instante sobre Christian.

Yo solo recuerdo haber observado desde mi discreta posición como lentamente el cuerpo de Laura dejaba de agitarse y se convertía en un bulto inerte. Un cadáver más dentro de la casa.

Perdí la conciencia en ese momento.

Vuelvo a abrir los ojos.

Estoy llorando.

Esta siempre es la peor parte.

Si sobreviví en realidad fue por suerte. De haberme sentado en otros sitio. De haber sido más valiente, sería otro el que estaría contándoles esta historia. O tal vez ninguno.

Lloro con más fuerza.

La policía ingreso a la casa a las 9:37 de la noche. Habían pasado solo 37 minutos desde la alarma que nos obligó a elegir una película. 37 minutos que arruinaron 19 años de vida y condenaron al fracaso el resto de tiempo que siga vivo.

Acabo de recordar en donde estoy.

Pasó después de que atacara a esa periodista que me abordó y se atrevió a preguntar si me gustaría protagonizar la película que se estaba haciendo respecto al caso.

Me lleno de coraje una vez más. Golpeo la cama y tiro el raído colchón.

Comienzo a gritar.

-¡Sáquenme de aquí! – No lo merezco.

La puerta retumba bajo mis puños. Me hago daño pero no me importa. Quiero que alguien me escuche.

Lo logré, alguien viene.

Comienzo a golpear las paredes.

La puerta se abre. Sorprendentemente no es una sola persona. En mi cuarto entran un doctor, una enfermera y dos auxiliares. Los odio. Me abalanzo sobre ella y la muerdo. Lo auxiliares me jalan y me tiran al suelo. Pataleo. El doctor se acerca a mí con una jeringa pero esta vez no estoy dispuesto a no oponer resistencia. Pataleo, grito. Lanzo golpes al por mayor a pesar de que dos gorilas están intentando detenerme. La jeringa cae al suelo. Otro pequeño triunfo. De repente entra otro auxiliar y trae consigo algo en las manos.

Apenas la veo comienzo a retorcerme más. Entiendo lo que significa y no me agrada. Esa camisa lastima más de lo que podrías pensar.

Sigo gritando pero parece que ya nadie me escucha. Cinco contra uno ya es demasiado. Logran vencerme. Me atan a la camisa blanca y me inyectan en el hombro. Inevitablemente mis movimientos se detienen.

Entre dos auxiliares me levantan con sus brazos y me trasladan. El doctor revisa a la enfermera. Parece que no lo cause daño alguno.

Abren la puerta de la nueva habitación. Me recuestan sobre la cama y se van. Que el cuarto este totalmente acolchado es más incómodo de lo que piensas. No es justo. Yo no estoy loco.

28 octubre 2010

La Obra Maestra Desconocida...

28 octubre 2010 0

"Puedo asegurarle, señora, que, si tengo alguna cualidad, creo que es con la que más frecuencia verá que se me niega: la que todos los que creen conocerme, me discuten: la energía... Le diré que no podrá concluir nada de mí ni contra mí; que tengo el carácter más singular que conozco. Me estudio a mi mismo como podría hacerlo con otros. Encierro en mis cinco pies y doce pulgadas todas las incoherencias, todos los contrastes posibles, y quienes puedan creerme vano, pródigo, obstinado, ligero, sin perseverancia en las ideas, fatuo, negligente, perezoso, falto de atención, sin reflexión, sin ninguna constancia, hablador, carente de tacto, malcriado, descortés, caprichoso, de humor desigual, tendrán tanta razón como los que pudieran decir que soy ahorrativo, modesto, valeroso, tenaz, enérgico, trabajador, constante, taciturno, agudo, cortés y siempre alegre. El que diga que soy cobarde no estará más equivocado que aquel que afirme que soy extremadamente valiente, en fin, sabio e ignorante, lleno de talento o inepto; nada me asombra ya de mismo."

Honoré de Balzac

13 octubre 2010

OciosoenAccion - Rebirth

13 octubre 2010 1
¡¡¡Jelou!!!!!

Que creen? No he muerto! Aquí sigo!

Últimamente he estado ausente porque mi inspiración había muerto y porque, debo confesar, he traicionado el espíritu del nombre de este blog; he abandonado el vicio de la ociosidad y ahora que ya tengo escuela me dedico a leer textos en cantidades industriales sobre temas como la metodología y la historia de la universidad latinoamericana.... ¬¬... anyways... me he divertido mucho y he aprendido un par de cosas interesantes! Así que esa es la principal causa del descuido que ha sufrido este espacio en los últimos meses! =(

De todas formas, este tampoco es el gran blog que merece un regreso triunfal como este, solo escribo par anunciarles que sigo en este plano espiritual, viviendo en el enorme Distrito Federal, con muchos proyectos en puerta, con nuevos amigos y feliz, feliz, feliz!!

Espero poder venir a anotar incoherencias más seguido o por lo menos a compartirles el montón de cosas que he estado aprendiendo o sobre los libros que estoy leyendo! :D
 
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